En Pilar hay plantado un árbol de naranjas.
Es el árbol que plantaron mis abuelos o plantaron PARA mis abuelos, no lo tengo muy en claro. Creo que la idea era que todos los fines de semana, mi papá fuera, sacara dos naranjas del naranjo y se las llevara: una para Graciela y otra para Narciso. Un lugar donde tantos hijos fueron tan felices.
Así es que probablemente mi papá haría, nunca me enteré de esa tradición.
Cuatro meses y medio más tarde de su muerte, y obviamente muchísimos años más tarde de la muerte de mis abuelos, vuelvo a Pilar con mi mamá. Mi tía me agarra y me lleva hasta el árbol de naranjas, para mostrarmelo.
"Falta que alguien se lleve las dos naranjas".
Salto, con mi altura kilométrica, y agarro justo la que quiero, bien gorda, jugosa. Y otra para acompañar.
Ya de vuelta en casa, le digo a mamá "tengo las dos naranjas de los abuelos."
No sabía si quedarmelas yo o le correspondían a ella. Al fin y al cabo, era parte de su historia familiar, incluso si yo las había recogido.
"No... Una para vos y otra para mí."
Hicimos chinchín con las naranjas, y yo me fui para mí casa.
Es jueves a las 2am y me he comido una naranja de mi abuelo.