Muy, pero MUY pocas cosas pueden ponerme peor que el hecho de que se me rompa el reproductor mp3.
Debo decir que yo sigo en la era del discman, pero por una cuestión de tiempo: no quiero que el cargar música en un bicho desde la pc se me convierta en un ritual diario.
Me resulta mucho menos tedioso agarrar un cd de mi colección y ponerlo directamente, con sus 7 álbumes diferentes, para salir corriendo de mi casa con la música a todo volumen.
Pero el hecho de que, luego de 3 o 4 años de uso ininterrumpido, ahora me salte con el mensajito "F15" y no logre arrancar... ¡aaahhhh!!!!!!! eso puede ponerme los pelos de punta y arruinarme todos mis viajes y volteretas por la ciudad.
Si vamos a hablar de vicios, creo que este es el mayor de mi vida y el que más me costaría cambiar si quisiera.
Aunque me vuelva sorda a los 40, no hay mayor placer que ir en colectivo, mirar por la ventana y tener West End Girls de fondo emprolijándome el ánimo.
Miles de veces decliné invitaciones de gente para acompañarme a casa sólo porque yo quería escuchar música en el trayecto, y me da verguenza reconocer que esa es una de las pocas situaciones en las que no tolero mucho que me hablen.
Los viajes.
Puedo estar horas hablando por teléfono, horas hablando en presencia, horas escribiendo: pero el momento del traslado es sagrado.
Cambiar de un lugar a otro, estar 'en tránsito' hacia algún lugar, ser un peregrino... eso merece música, porque es como un cambio de alma.
¿Qué haríamos si no existieran las distancias?
Es perfectamente ideal: la distancia es la que nos prepara para la nueva persona que vamos a ser cuando lleguemos a ese otro lado.
Nos prepara mentalmente y en presencia: incluso de manera inconsciente pensamos cómo nos vamos a ver, con qué nos vamos a encontrar, las cosas de las que probablemente vamos a hablar...
Las distancias son indispensables para las transformaciones profundas y para los cambios de perspectiva.
Jesús se iba al monte a orar.
Cada vez que quería estar solo,
cada vez que necesitaba alejarse
cada vez que necesitaba acercarse!
cada vez.
La música es como la distancia, pero nos aleja de nosotros mismos. O nos acerca. O nos hace meditar...
La música y la distancia son indispensables, both of them.
¡Y después hay gente que se queja de ser mortal!!!
¡El sólo hecho de que somos seres humanos es el que nos permite gozar de esas dos cosas! ¡De hacerlas y recorrerlas!
Y la mortalidad es sólo un reflejo de que no necesitamos más que esta vida para hacer valer la música que llevamos dentro y las distancias que hemos recorrido o que deseamos recorrer.
Es el espejo que nos confirma la irreverente verdad de que estamos vivos.
Debo decir que yo sigo en la era del discman, pero por una cuestión de tiempo: no quiero que el cargar música en un bicho desde la pc se me convierta en un ritual diario.
Me resulta mucho menos tedioso agarrar un cd de mi colección y ponerlo directamente, con sus 7 álbumes diferentes, para salir corriendo de mi casa con la música a todo volumen.
Pero el hecho de que, luego de 3 o 4 años de uso ininterrumpido, ahora me salte con el mensajito "F15" y no logre arrancar... ¡aaahhhh!!!!!!! eso puede ponerme los pelos de punta y arruinarme todos mis viajes y volteretas por la ciudad.
Si vamos a hablar de vicios, creo que este es el mayor de mi vida y el que más me costaría cambiar si quisiera.
Aunque me vuelva sorda a los 40, no hay mayor placer que ir en colectivo, mirar por la ventana y tener West End Girls de fondo emprolijándome el ánimo.
Miles de veces decliné invitaciones de gente para acompañarme a casa sólo porque yo quería escuchar música en el trayecto, y me da verguenza reconocer que esa es una de las pocas situaciones en las que no tolero mucho que me hablen.
Los viajes.
Puedo estar horas hablando por teléfono, horas hablando en presencia, horas escribiendo: pero el momento del traslado es sagrado.
Cambiar de un lugar a otro, estar 'en tránsito' hacia algún lugar, ser un peregrino... eso merece música, porque es como un cambio de alma.
¿Qué haríamos si no existieran las distancias?
Es perfectamente ideal: la distancia es la que nos prepara para la nueva persona que vamos a ser cuando lleguemos a ese otro lado.
Nos prepara mentalmente y en presencia: incluso de manera inconsciente pensamos cómo nos vamos a ver, con qué nos vamos a encontrar, las cosas de las que probablemente vamos a hablar...
Las distancias son indispensables para las transformaciones profundas y para los cambios de perspectiva.
Jesús se iba al monte a orar.
Cada vez que quería estar solo,
cada vez que necesitaba alejarse
cada vez que necesitaba acercarse!
cada vez.
La música es como la distancia, pero nos aleja de nosotros mismos. O nos acerca. O nos hace meditar...
La música y la distancia son indispensables, both of them.
¡Y después hay gente que se queja de ser mortal!!!
¡El sólo hecho de que somos seres humanos es el que nos permite gozar de esas dos cosas! ¡De hacerlas y recorrerlas!
Y la mortalidad es sólo un reflejo de que no necesitamos más que esta vida para hacer valer la música que llevamos dentro y las distancias que hemos recorrido o que deseamos recorrer.
Es el espejo que nos confirma la irreverente verdad de que estamos vivos.
¿Cuánta música escuchaste y cuánta distancia recorriste desde que empezaste a VIVIR?
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