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Este verano me dí cuenta
de que aprendí a leer los ojos de los hombres,
a desnudarlos con la mirada.
Incluso a los más tímidos,
se abren en mi presencia como un techo a dos aguas.
Se fascinan, o me miran,
pero yo sé cuando algo pasó.
Es un don pero un embrujo.
Porque a veces no sé cerrarme
no sé proteger el caparazón.
Las miradas son muy fuertes,
y anudan en el corazón.
Alguien me dijo una vez
"Vos sos muy magnética"
Si supiera...
Esa fuerza tiene dos caras.
Es mirar y estar seguro de la victoria
y a la vez ir dejando
estelas de uno mismo en la lontananza.
Creo que mi mirada es muy fuerte
y a veces no sé como manejarla.
Por eso me pongo simpática
risueña, tonta, acaramelada
pero adonde vaya me tengo que proteger,
porque la fuerza es de en medio del alma.
No solo de afuera vienen las miradas.
Y porque, sobre todas las cosas,
el orgullo de saber mirar para afuera,
A VECES ME CIEGA PARA MIRAR ADENTRO MÍO.
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