Finalmente llegó el ansiado día en el cual decidimos darle Harmonil a nuestro gato menor. (Sí, se dividen en gata mayor y gato menor.)
El baño sedante fue programado para las 11 de la noche, en mis faldas, con la actuación de mamá como enfermera.
Para qué.
La jeringa se transformó en una especie de proyectil que tiraba Harmonil para todas partes menos para la boca del gato. Éste movía las piernas traseras como un ventilador, mientras emitía unos sonidos más espeluznantes que los de una ópera de música contemporánea.
Cuando el evento terminó, yo me encontraba bañada de pies a cabeza con un líquido complicadamente blanco y mamá desternillándose de risa en la cama.
El gato, obviamente, también riéndose, en la otra punta de la habitación, como si la idea hubiera sido hacerme participar del "Cómo se Hizo" de un show de Benny Hill.
Suficiente Harmonil para mi espalda por hoy.
2 comentarios:
que divertida es tu vida... :-)
mmm... la costumbre de ver el lado Almodóvar de la vida y no darle pelota al lado Coppola.... ;)
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