16.10.11

Shine (1996)

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Es la segunda vez que veo esta película.
La primera vez que la vi, fue en el cine cuando se estrenó.
Tenía 13 años.

Fue tan fuerte para mí encontrarme con este ser débil, aniñado, pero a la vez tan lleno de magia, de vida, tan lógico en su pensamiento y con tanto sentido del humor.

Y tan fuerte encontrarme con la figura de su/mi padre -con distintas características-, lleno de mandatos,
"no confíes en nadie"
"cómo vas a hacer para sobrevivir"
"Tenés que ganar"
tanta violencia...

Fue tan, pero tan fuerte, que nunca pude volver a verla.

El fantasma de la persona que "fue",
que vive de recuerdos,
que no puede salir de su tumba cerebral,
que se aísla en un mar de pensamientos confusos que le impiden avanzar...
me rondó como un hechizo durante tanto tiempo,
(el tiempo suficiente en el que viví en casa)
Que nunca pude reconocer la parte de regalo en el don maravilloso de la música,
porque siempre estaba rodeada de un miedo terrible a enloquecer.
(Hay tanto de música y locura en un mismo lugar)

Y en este momento,
a la víspera de encarar un proyecto distinto,
de arriesgarme a estudiar música por segunda vez en mi vida
-sólo Dios sabe qué saldrá de esto,
o si lo dejaré a los dos días abrumada por las exigencias-

y cuando estudiar siempre fue un concepto plagado de condiciones
-si lo hacés lo hacés bien-
-nunca te va a salir lo suficientemente bien, porque la perfección no existe-
-¿por qué un 9 y no un 10?-
-¿para qué? ¿para ser un mediocre más?-

que reveo esta película y le veo otros rasgos.

Veo la vida, que se derrocha porque no puede más
rebosante en el cuerpo frágil de Helfgott,
que disfruta cualquier cosa y con cualquier excusa.
Metido en el mar desnudo o saltando en la colchoneta,
Pidiendo a gritos que se casen con él
-es lo que hay, ¿por qué habría de haber algo distinto..?-

Y con tanta sinceridad y "como viene" acepta la vida misma
y la sigue teniendo dentro suyo,
porque la música es vida.

Y como la primera vez que la vi,
no podía detener la catarata de lágrimas.
Se confundían con anhelos y con gracias.

Porque es verdad lo que me dijo mi profesora de piano,
la música cura,
(no la técnica o el virtuosismo. La Música.)
y quizá el cortinado de pensamientos embrollados
sean sólo la forma cerebral de protegerse
de tanto milagro y felicidad inabarcable,
tanta expansión y sí, tanta locura.




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